Yo era el único hombre en la mesa. Eso se presta para oír muchas cosas raras. Ya había oído hablar de un vasito que acumula el fluido menstrual y luego se lava y se reutiliza y otras aberraciones. Pero había algo aun más terrible.

Mi amiga va y declara que le encanta meterle el dedo por el chiquitín a sus parejas cuando tiene sexo pero que, salvo uno, siempre se topaba con más bien poca aceptación con el tema.

Las minas de la mesa comenzaron a despotricar contra mi vilipendiado género. Que claro, nosotros la metemos pero no aguantamos que la cosa sea recíproca. Que eso denotaba poca seguridad con la sexualidad. Que estaba comprobado que era mejor un orgasmo por el asterisco que usando la herramienta de toda la vida.

Claro, me preguntaron a mí.

Para mí fue como si me metieran, no un dedo, un ají por el culo. Es que:

-A mí no me vienen a meter huevadas por la raja. Argumento general.
-Lo de que sólo un hombre seguro de su sexualidad se deja hacer algo así es como decir "con mis amigos nos jabonamos la espalda en el camarín, total somos todos hombres." O "¿jueguemos a guardarla en la boca?" (¿vieron la película?).
-En un polvo uno debe mantener la erección, no venirse antes de (¡al menos!) un par de orgasmos de ella (y uno después tiene uno, no más), hacer casi todo el movimiento, saber usar el condón, no ser tan bruto pero ser un poco bruto (estúpidas líneas delgadas).... ¿y todo eso ahora habría que hacerlo con un dedo metido en el culo? ¡Handicap 10!

Amigos míos, los prevengo: vigilen sus retaguardias, esas minas están allí fuera. Y tienen cinco dedos en cada mano.

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